No busquen excusas para abrir un libro, háganlo sin pensar más allá, que todo lo que viene con ese gesto son beneficios: te hace más libre, alarga la vida, aumenta las conexiones del cerebro, da experiencia, te encuentra contigo mismo y con los demás...
Ya insistió María Moliner en 1937, mediante una carta a los «bibliotecarios rurales», en la «capacidad de mejoramiento espiritual» de las personas a través del fomento de la lectura. Y no le faltaba razón. Pero lo que la también bibliotecaria no sabía es que esos mismos hábitos tenían un efecto tan saludable en la mente como en el físico: «Mens sana in corpore sano», escribía el poeta latino Juvenal en sus «Sátiras», y así este verano lo publicaba «Social Science & Medicine», donde un estudio realizado en la Universidad de Yale –un tema ya antes tratado en otros centros– durante doce años a 3.600 personas de más de 50 años llevó a la conclusión de que sentarse frente a un libro durante al menos media hora al día daba una ventaja de supervivencia sustancial respecto a los que no lo hacían ni un solo minuto: más de tres horas y media de lectura a la semana otorgaban un 23% menos de posibilidades de morir.
Más neuro-conexiones
Una máxima que no convence a todos de forma literal. El neurocientífico Manuel Martín-Loeches sí reconoce que «es posible que alargue la función cerebral en la medida que se ejercita más la mente. Se generan más conexiones y, por tanto, el cerebro queda más preparado para la edad anciana, pero lo otro...», expone. Y así lo demuestran unos experimentos a los que recurre y en los que se muestra que el simple hecho de leer «activa una recreación de aquello que contienen las páginas». Da igual que sea un partido de fútbol que un viaje a Alaska, todo cobra forma como si se tuviera delante –y así es, aunque sea escondido tras las letras–. «Te pones en la situación. Y está demostrado que quien más lee genera más conexiones porque tiene un mayor número de experiencias virtuales», continúa Martín-Loeches. Los contenidos de las páginas no dejan de ser relaciones sociales entre individuos que a la larga uno se puede encontrar y que en su día servirá para «detectar y resolver más fácilmente un conflicto. Leer te hace culto, sí, pero, sobre todo, te hace más experto», cierra el neurólogo.
¿Y qué leemos?
Para el divulgador no hay una norma, «depende de lo que se quiera –dice–, lo bueno que tenemos ahora es que hay todo tipo de lectura y de niveles, se puede leer como entretenimiento o como una herramienta para comprender el mundo o a nosotros mismos. Eso es lo genial y sin que nadie esté obligado a llegar a un lugar que no quiere. No está circunscrito a intelectuales o filósofos».
En su lugar, un estudio de la VU University Medical Centre de Ámsterdam publicado por la revista «Plos One» suscribe que no hay nada como acomodarse en la narrativa de calidad. Al menos para mejorar las relaciones con los demás. «La ficción nos involucra emotivamente y nos hace mejores personas, ya que ayuda a desarrollar nuestra capacidad de empatizar con quienes nos rodean», desarrolla el informe. Para Martín-Loeches, que también reconoce que «la ficción tiene más beneficios en el control de emociones», sin embargo, «lo importante es que se lea una historia coherente con un argumento bien hilado».
En su lugar, un estudio de la VU University Medical Centre de Ámsterdam publicado por la revista «Plos One» suscribe que no hay nada como acomodarse en la narrativa de calidad. Al menos para mejorar las relaciones con los demás. «La ficción nos involucra emotivamente y nos hace mejores personas, ya que ayuda a desarrollar nuestra capacidad de empatizar con quienes nos rodean», desarrolla el informe. Para Martín-Loeches, que también reconoce que «la ficción tiene más beneficios en el control de emociones», sin embargo, «lo importante es que se lea una historia coherente con un argumento bien hilado».
Manuales de la vida
Para buscarse a uno mismo, sí, también es buena la lectura. Así lo defiende Javier Sierra: «Hay que leer para buscar la luz que llevas dentro. En cada libro te estás buscando a ti mismo, por eso mi lectura tiene que ser diferente de la tuya», explica. Novelista y autor de «best seller», lee más ensayo «porque me gusta aprender. Para mí los libros son el manual de instrucciones del mundo», comenta el novelista. Otro que sabe del tema es un compañero suyo de profesión, Juan Eslava Galán, quien entiende la lectura como «una fuente de cultura que el mundo moderno necesita para que no nos gobiernes los demagogos, esto se está convirtiendo en un problema. Además, la civilización se hace heredando el legado de la anterior generación y los libros son el vehículo idóneo para ello».
Un académico de la RAE como Julio Borrego Nieto también se convierte en autoridad para hablar del tema, aunque no se quiere poner «erudito» y acude a la lectura por placer: «Lo hago para conocer mundos que solo puedo ver en las páginas y para refugiarme en otra realidad cuando la que tengo delante no me gusta. Es una forma de abstraerse. Y, por supuesto, también empleo la lectura para aprender y mejorar el domino de la lengua sobre un montón de temas y aprender y mejorar el dominio de esta lengua. Algo fundamental el un mundo actual en el que cualquiera puede construir un relato y en el que la forma de contarlo se vuelve vital. De hacerlo de una determinada manera depende el poder de convicción y eso se consigue leyendo», completa.
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